jueves, 9 de febrero de 2012

Hazlo, sea cuando sea, pero hazlo.

Haz la locura de esconderte, esconderte del mundo entero. Coge el autobús y vete, vete a ese sitio en el que te sientes libre, en el que respiras agusto. Cuando llegues a la ciudad sumérgete en tu mente y dirígete a ese lugar. Pasea junto al mar y nota la brisa rozándote la cara. Observa lo que te rodea, la gente que es feliz con o sin sus problemas, los ancianos en pareja, las parejas de la mano, los niños correteando, gente de traje y corbata con la mayor prisa del mundo... Se la chica que deambula sola por el paseo, ese paseo que te encanta recorrer, que te trae buenos y malos recuerdos, recuerdos con personas a las que quisiste y/o quieres. Siéntete libre, con el mundo a tus pies solo por unos segundos, horas o minutos, el tiempo que haga falta. Cuando llegues a las playas en las que tanto has veraneado, para. Para y respira. Respira y recuerda. Pero tu camino no terminará ahí, todavía te queda un gran recorrido hasta llegar al faro, o hasta su cercanía. Promete que en cuanto llegues a ese aparcamiento, ese de la playa en la que hiciste surf la primera y última vez, esa en la que se ve tu increíble faro, te acercarás al muro, mirarás el mar y llorarás. ¿Sabes por qué quiero que hagas eso? Porque hace poco, como recordarás perfectamente, tu madre te dijo que cuando él os dejó tiradas ella fue allí a ahogar sus penas en lágrimas. Promete que te tirarás allí un buen rato, pensando y llorando, aunque la gente te mire. Porque esa zona es de las primeras partes de Santander que pisaste hace 10 años. Porque esa zona es preciosa y te encanta. Cuando termines de llorar, desahogarte y demás, vuelve por donde has ido, borra tus huellas y todo rastro de lágrimas, sonríe aunque odies tu sonrisa. Ayer querías desaparecer en una montaña y gritar, tirarte en el suelo y mirar el cielo; pues no es posible, lo siento, pero tienes esta opción, y sé perfectamente que te gusta. Así que hazme el favor de ir, de seguir mis instrucciones, de guiarte por lo que te pide la cabeza, esta vez con la colaboración de tu corazón. En esto sí que nos ponemos de acuerdo.

Te hablan tu corazón y tu mente, firmando una tregua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario